martes, 16 de agosto de 2011

Hieros gamos o la hierogamia

Una antigua forma de relaciones sexuales rituales fue la boda sagrada (hierás gámos), en ella está el origen de las hieródulas, y éste era el más importante culto religioso de la Antigüedad. Con él se buscaba aumentar la potencia, la fertilidad y en general el bienestar de la comunidad, mediante el emparejamiento ritual de dos personas, en el que se creía que la diosa estaba temporalmente incorporada en la mujer elegida.

Los esponsales sagrados se celebraban ya entre los sumerios, seguramente la más antigua de las grandes culturas. El rey-sacerdote los consumaba con la gran sacerdotisa en la fiesta del año nuevo, sobre la plataforma superior de las colosales torres escalonadas conocidas por la denominación babilonia de "ziggurat" (cima, cumbre), modelos de la bíblica torre de Babel. Herodoto admiró y describió en Babilonia una edificación semejante de aproximadamente noventa metros de altura, formada por ocho torres superpuestas, por la que se podía subir gracias a una escalera de caracol exterior. Arriba del todo habría un templo con un amplio y bien dispuesto dormitorio que sólo usaba "una mujer que el dios había escogido para sí entre la hijas del país". Este dios "llegaba hasta el templo y se acostaba allí como parece ocurría también en Tebas de Egipto, según la opinión de los sacerdotes egipcios". En Mesopotamia donde probablemente sólo se deificaba a aquellos reyes a quienes la diosa ordenaba compartir su lecho, se celebraba un convite después del coito sobre el almohadón adornado de plantas y césped, para simbolizar la generosidad de la Providencia y hacerla efectiva.

La religión iránica de la época prezoroastrista también asoció a la fiesta de año nuevo una boda entre dioses que desembocaba en éxtasis sexuales. En Egipto, "la más hermosa fiesta de Opet" que representaba la visita de Amón a su harén, culminaba probablemente del mismo modo. En Irlanda, los celtas, cuyas mujeres tenían un lugar particularmente destacado en la vida social, seguían la costumbre por la que la diosa de la tierra confería el poder al rey designado por ella. Y los germanos que celebraban fiestas de la fertilidad desde la prehistoria, también conocían el hierás gámos, presumiblemente con copulaciones ceremoniales incluidas.

Tampoco hay que olvidar que el judaísmo precristiano, que había adorado a muchos dioses extranjeros y había practicado la prostitución religiosa, ejecutaba aquel rito cada año en una ceremonia desenfrenada. El mito semita del emparejamiento entre Baal y una ternera -seguramente una manifestación de la diosa madre-, a juzgar por lo que sabemos, también tiene connotaciones hierogámicas. El propio Cantar de los Cantares, interpretado por los cristianos como alegoría del amor de Dios a Israel y reconocido más tarde como expresión de una lírica profana amorosa, evidentemente tiene su localización vital en la festividad hierogámica de alguna pareja de dioses palestinos.

En la India se celebraban bodas sagradas en época aun más tardía. Así, el rey Harsa de Cachemira (1089-1101) para prolongar su vida, se unía ritualmente con jóvenes esclavas calificadas de diosas. Y en la época moderna el hinduísmo conserva la costumbre, como punto culminante de la mística sacramental, en el culto de Sakti, una heredera de la antigua Gran Madre. En la ceremonia Sri-Cakra (rueda sublime) hombres y mujeres, se sientan juntos en círculos mágicos formando una fila variopinta y las mujeres desnudas sólo cubiertas por adornos se unen con los hombres, tras recibir la bendición.

En el budismo tántrico que pone en boca de Buda palabras como "las mujeres son las diosas, ellas son la vida", el maestro, tras una cortina, bendice con su falo (vajra, diamante) a la muchacha, que debe ser hermosa y tener entre doce y dieciséis años y después ordena a un joven que adore a la consagrada (llamada vidya, sabiduría) y se empareje con ella.

La ceremonia del hierás gamós se ha practicado hasta con animales sacralizados desde los tiempos más remotos. Algunos se convirtieron en símbolos o acompañantes de los dioses de la fertilidad. Así por ejemplo el caballo y Freyr, el macho cabrío y thor, la yegua y el cerdo y Deméter, el gorrión y la paloma y Afrodita, el león y la serpiente y la Magna Mater de Asia Menor. y el toro, máxima expresión de la fuerza eugenésica, adorado en Siria y en Irán ya en el 4000 a. C. fue compañero de la gran diosa oriental de la fertilidad, y no por casualidad trajo a la diosa Europa desde Asia hasta Occidente.

También Ovidio conoce el chivo sagrado que habría dejado embarazadas a las sabinas. al macho cabrío, protagonista de mitos griegos, animal de culto de Afrodita, de Osiris y de otros dioses, siempre se le ha atribuido una gran actividad sexual. Dionisos prefería la forma de toro o de macho cabrío a todas las demás. Pan, personaje envuelto en el mito, tan lascivo como potente, hijo de un pastor y una cabra, elevado a la categoría de dios de la Naturaleza por los órficos y los estoicos, aparece siempre con los cuernos, las orejas y las patas de una cabra. En el Antiguo Testamento el macho cabrío se convirtió en el "chivo expiatorio" que se envía al desierto, al "Diablo" cargado con todos los delitos del pueblo; en el Nuevo Testamento, es el símbolo de los condenados en el Juicio Final; en la Edad media cristiana, es el símbolo de Satanás en persona.

No obstante, incluso en el cristianismo, el sacrum sexuale, las orgías sagradas, sobrevivieron en algunos casos, consideradas heréticas por la Iglesia, que veneraban tradiciones completamente distintas, en amalricianos, begardos o hermanos del espíritu libre. En la Antigüedad tuvo lugar en círculos de cristianos gnósticos, además del rito místico-simbólico, el rito real de la unión erótica. En el culto seminal de los fibionitas, los casados, tras el coito, tomaban el esperma como comunión. Y los carpocratianos legaron a la conidad de mujeres a través del rechazo del matrimonio. Clemente de Alejandría, uno de los Padres de la Iglesia, se lamenta de la situación: "Una funesta costumbre reina entre los carpocratianos, pues tan pronto hay un banquete, los hombres y las mujeres deben excitar sus apetitos, apagar luego las luces y aparearse a su gusto. A esto lo llaman satisfacción del espíritu".

Karlheinz Deschner

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